Escribiendo nuestras hazañas en un cuaderno, en nuestro coche, con el olor de la aventura y la incertidumbre que llegaba cada vez que abríamos el mapa.
Sacar las tablas de surf y quedarnos en la playa para ver las estrellas, y cuando todas desaparecieran, volver a ver un nuevo amanecer.
Encontrar nuestro rincón y escribir allí nuestros nombres.
Posar para tu vieja Polaroid a la luz de la hoguera, y que la foto salga movida, pero que sea la mejor foto que nos hayamos sacado nunca.
Porque éramos nosotros, corriendo, gritando y bailando, sintiéndonos libres el tiempo que nos quedara hasta volver al coche.
Esos serán recordados como nuestros días de gloria. Gloria máxima y plena de nuestras vidas.
El momento en el que alcanzamos la felicidad, y éramos conscientes de ello, y solo reíamos, porque eso era todo.
Y nos llegaba.
Los días de gloria merecen ser recordados, pero sobre todo, merecen ser vividos, fotografiados y contados en tu libro de aventuras.
Porque la vida, sin tu pequeña gran aventura, no es vida.
-Demasié
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